miércoles, 14 de agosto de 2013

Claro que todo puede cambiar en octubre. Es posible que haya fuga de votos. Que los acomplejados Kirchneristas que no votaron a Obeid corran a hacerlo, o que los peronistas que votaron a Obeid, creyéndolo no Kirchnerista se crucen a la vereda de nuevo caliente de Torres del Sel, porque allí encontraron el calor de la centroderecha que gobernó en los 90. Todo puede pasar. Lo complicado será ganarle a Binner, lo único que no se discute. Por Coni Cherep

Ya sé. También está la UCR, y la CC, y el viejo PDP, y los antiguos desprendimientos del ARI, y lógico: también está la gestión de Antonio Bonfatti, que marcado a fuego por contextos sumamente adversos desde que asumió la gobernación, goza de la mejor imagen pública que pueda tener un gobernador en Argentina.

Claro, me dirán, hay que valorar los gestos de quienes aceptaron acompañarlo, cediendo a las condiciones impuestas por el mayoritario Partido Socialista en el armado de la lista, aún a riesgo de la salud del Frente, cuando algunos pocos, saltaron la línea de la verticalidad y decidieron, sin mucha suerte, pelearla en una interna, que – ya veremos- no llevó sangre al rio.

Con todas estas aclaraciones, que se hacen necesarias para que no se ofendan los que siempre están dispuestos a ofenderse, voy a decir: Binner es un fenómeno. Y si fuera un número 10, cualquier DT que tuviera que jugar un partido en Santa Fe, podría decir “Dame a Binner y diez más”, y tener la certeza de que va a ganar el partido.

Pero Binner no es Messi. Y su aspecto antiguo, su vestimenta con poca “onda” y su asumida torpeza gestual, o su curiosa debilidad oratoria, bien podrían haberlo sepultado en esta sociedad dominada por la imagen. Es decir, Binner no es un crack a la hora de la imagen pública. No tiene latiguillos pegadizos, ni discursos atrapantes, ni el aspecto de quien se lleva bien con las cámaras. Y aun así, es el artífice de las victorias. De las ya incontables victorias que lo tienen de protagonista desde que se lanzó a la vida política. Aún de aquellas, en las que las trampas de la Ley de Lemas, lo dejaron sin su legítimo triunfo.

¿Por qué? Es complicado saberlo. Es muy difícil de responder.

En los días previos a cada elección, Hermes Binner recibe, siempre, todo tipo de descalificaciones. Incluso aquellas que se vuelven prototípicas e influyen en el humor de la gente a la hora de elegir a un candidato. A Binner lo acusan de lento, lo comparan con De la Rua, le dicen conservador, lo arrinconan en calificaciones ideológicas falsas,  le imputan frases incómodas y descontextualizadas (nunca dijo que votaría por Capriles, aunque si dijo que no hubiese votado por Maduro). Lo acusan absurdamente de ser el jefe del “Narcosocialismo”, le dicen Viejo, lo apuran con las contradicciones que tiene, claro, como tienen todos, aunque a él, no le dejan pasar ninguna.

“Es como Reutemann”, dice otros. Pero es injusto que digan eso. Porque Binner no es Reutemann, aunque ambos sean parcos, aunque hablen poco, aunque  los resultados electorales los identifiquen.

No es como Reutemann porque es un militante político desde su adolescencia. Porque tiene una formación intelectual sólida, porque desarrolló un plan de salud pública inédito en América del sur en el Municipio de Rosario, porque es alumno de los grandes maestros socialistas de la Argentina, porque se sienta y conversa codo a codo,  y lo respetan como tal, los principales líderes de la centroizquierda de América Latina, Lula, Pepe Mujica, Bachelet y muchos otros que no tienen nombres relevantes, pero una inmensa historia política. Porque basta conocer su modestia, su austeridad y el modo en el que crio a sus hijos, para entender cuán lejos está Hermes Binner de aquel corredor de Fórmula 1 que tiene pisos en Mónaco, que hizo negocios espurios con los recursos del estado  de la mano del Menemismo y que fue incapaz de evitar una inundación mortal, cuando tenía todo lo necesario para evitarlo. Es injusto pensarlo a Binner parecido a Reutemann. Binner nunca hubiese ordenado a la policía de la provincia por ejemplo, disparar a Pocho Lepratti.

¿Entonces por qué gana Binner?

Permítanme creer que Binner representa los valores del “deber ser” de una sociedad que quiere recuperarse. Permítanme creer que Binner recoge la urgencia de quienes soñamos con un país en el que se respeten las reglas de juego. Permítanme soñar con que quienes votan a Binner una y otra vez, creen que en él y en quienes lo acompañan, se encuentra la alternativa moral. El cambio desde la mesura, desde la austeridad, desde la convicción de que todo empieza en la niñez, en la educación, en la salud pública, en los valores de las libertades individuales y la construcción colectiva. Que quienes votan por Binner, son los que aún creen en la política del dialogo, en la amabilidad de los acuerdos, en la certeza de que no hay futuro posible si no se lo construye prefiriendo lo que nos une, antes de lo que nos diferencia.

¿Por eso gana Binner?  No lo sé. Apenas intento explicármelo, a sabiendas de que puede ser  una manifestación de deseo, más que una  respuesta.

Lo que queda claro es que Binner gana en Santa Fe. Y que es un fenómeno extraño, en una sociedad dominada por todo lo contrario a lo que él representa. Así como lo ves, asi como se peina, así de antiguo, así de torpe, aun así, la gente encuentra en él suficientes razones para elegirlo. Y es interesante pensar que lo hacen, a pesar de todo  eso. 

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